Luego de ingresar al cuadro como lucky loser y lograr su primera victoria en un main draw de Grand Slam, la jugadora de 21 años quebró una racha argentina de 16 años.

 

Solana Sierra se pregunta si lo que experimenta en Wimbledon, el torneo más antiguo y prestigioso del mundo del tenis, corresponde al ecosistema material o si simplemente sueña despierta. Se lo pregunta sólo una vez, porque demora apenas unos segundos en entender que, en efecto, lo que vive en el mítico All England pertenece a la realidad.

Lo comprende cuando, minutos después de haber provocado otro golpe, esta vez en el sagrado césped del Court 1 -el segundo más relevante- y frente a la británica Katie Boulter (43ª), le cuenta al público el inconveniente positivo que tiene: “Perdí en la tercera ronda de la qualy y tuve que cambiar tres veces de departamento. Ahora voy a tener que cambiar de nuevo porque gané. Es un problema bueno”.

La joya del tenis argentino, en verdad, se encontró con ese asunto inesperado: perdió en la última ronda de la clasificación, ingresó al cuadro principal como lucky loser por la baja de la belga Greet Minnen (70ª) y luego logró su primer triunfo en un main draw de Grand Slam ante la australiana Olivia Gadecki (103ª). Después del rimbombante éxito de este miércoles contra la local Boulter, espera por su siguiente rival: la española Cristina Bucsa (40ª), que viene de eliminar a la 22ª preclasificada Donna Vekic.

El andar de la marplatense, formada de pequeña por Bettina Fulco (ex 23ª del ranking), resuena no sólo por los resultados personales, que le garantizarán asentarse en el top 100 -en la próxima actualización del ranking WTA aparecerá de mínima en el 78° puesto-, sino por lo que representa en términos históricos para el tenis argentino. Habían pasado nada menos que 16 años sin una singlista argentina en tercera ronda de Wimbledon: la última había sido Gisela Dulko en 2009.

Actual 101ª, Sierra se convirtió esta semana en una soñadora “nómade”. No sólo tendrá que cambiar por tercera vez su alojamiento en Wimbledon, sino que su año deportivo, desde marzo, responde a la misma lógica: tiene base de entrenamiento en España, pero no está completamente radicada en Europa, aunque sí recibe una fuerte influencia cuyo nombre destila historia: Rafael Nadal.