El equipo de Luis Enrique aprovechó los errores de los españoles en el primer tiempo, y fue contundente frente al arco de Courtois. El domingo enfrenta a Chelsea.

 

A los mejores, a los más grandes, a los más ganadores, a los de mayor historia, París Saint Germain los demuele, los tritura, los pasa por encima. Le hizo cinco con baile a Inter en la final de la Champions. Y ahora, en otro baile, le hizo cuatro a Real Madrid en la semifinal del Mundial de Clubes. Cuatro que pudieron haber sido ocho o nueve si el formidable equipo francés hubiera sostenido el ritmo y la eficacia demoledores con los que encaró los treinta minutos iniciales jugados en Nueva Jersey, de nuevo con un calor agobiante que a la hora de comienzo, llegaba a los 34 grados.

PSG fue a ganar el Mundial. Y estará muy cerca de hacerlo si el domingo desde las 16 en el mismo estadio, repite o al menos se acerca ante Chelsea, al nivel de juego con el que redujo al Madrid a su expresión más insignificante. Será estricta justicia si alza la Copa. Ningún equipo combinó, ni siquiera se aproximó, a la belleza, la eficacia, la superioridad técnica, la riqueza táctica, el talento individual y la potencia colectiva que tuvo PSG desde el primer partido de este torneo, otro 4 a 0 al Atlético de Madrid.